Habito en lugares distintos

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Artista: Eduardo Lastres

Comisaria: María José Gadea

La exposición reúne el último trabajo de Eduardo Lastres con algunas piezas que son referencia en su carrera y guardan conexión con las actuales, actuando como hilo conductor que nos guía por el tránsito de sus diferentes etapas y uso de técnicas en su prolongada producción.

Habito en lugares distintos, título de la exposición acuñado por el artista, viene motivado porque en su producción artística compagina la abstracción y la figuración. Son lugares que habita en la huida a la imaginación o en el regreso al orden. Otras veces, trabaja en paralelo ambos conceptos, marcado por el momento personal o de necesidad de expresión, que en esta última etapa está marcada por el protagonismo del color.

La selección de obra abarca un periodo cronológico muy amplio, desde sus inicios en los años setenta hasta las obras concebidas en 2023 con motivo de esta exposición. La casi cuarenta obras se distribuyen en seis bloques, ordenados por el empleo del material y el tratamiento del tema que la comisaria, María José Gadea, ha establecido bajo los siguientes títulos: El friso del bestiario, De la columna al vuelo malabar, Paisajes transportables, Lírica angulosa, Naturaleza muerta y Haikus de retrato.

Aunque la exposición se puede recorrer libremente, todo parte de las piezas más emotivas que Lastres dedica a sus padres y que desatacan por ahondar en la figuración para expresar esos sentimientos. El resto de los apartados hablan del elogio al material del artista que trabaja la madera, el acero o el metacrilato.

La obra más antigua es un dibujo realizado en el verano de 1972, Mujer en un sillón, después de su primer viaje a Italia gracias a la beca otorgada por la Fundación de Arte Castellblanch en 1971, para profundizar en la investigación con la cerámica en la ciudad de Faenza, técnica en la que estaba inmerso Lastres desde que la descubre en el taller del artista Adrián Carrillo, su segundo espacio de formación en Alicante tras su regreso de Sevilla, ciudad en la que realiza estudios de arquitectura y de bellas artes. Interesado desde el principio por el dibujo escultórico, este se materializa en piezas que transportan el análisis de las formas en el plano bidimensional a lo tridimensional. El ejemplo es el retrato de su padre tallado en escayola en 1974, tratado con la objetividad del cubismo, estilo que asume Lastres desde sus inicios.

El tema de la figuración lo retoma a lo grande en esta exposición con El friso del bestiario que da nombre a este primer bloque. Se trata de seis planchas de DM sobre las que el artista desliza directamente el rotring formando líneas sinuosas que invitan al ojo a buscar los personajes que subyacen de las marañas dibujadas. Aparecen rasgos anatómicos entre el movimiento gestual y la tensión de la línea. Una especie de amazona, de Venus desnuda en la que actuamos como voyeurs, un bodegón, una mujer sentada en un sillón como homenaje a los retratos que realizaba su madre, o simplemente un cosmos mironiano inventado, conforman el imaginario de estos dibujos-pintura. Son composiciones al modo horror vacui del barroco, escenificaciones teatrales en las que actúan la expresividad y el azar.

El siguiente bloque: De la columna al vuelo malabar responde a un encuentro con un nuevo material. En 1995, Lastres descubre en un almacén de derribo unas columnas de madera que le llevan a transformarlas en listones para componer sus primeras piezas geométricas que cubre con metacrilato. Desde entonces, este material tan dúctil está presente en el resto de su producción. Esta idea constructivista evoluciona en la geometría cromática pintada en el acrílico sobre DM de 2008, hasta dar origen a la simbiosis de madera y acrílico, como podemos contemplar en la reciente pintura de gran formato, en la pieza que reposa en el suelo y en la suspendida en el aire que desafía la gravedad, destacando todas ellas por evocar a Mondrian.

La madera le ha permitido a Lastres realizar con gran virtuosismo piezas que se debaten entre la escultura y la pintura. El tercer bloque y el más sustancioso, en cuanto a número de piezas reunidas, es el que se ha denominado Paisajes transportables en recuerdo a Gerardo Rueda, con el que se aprecia cierta aproximación. Son más de una decena de escultopinturas de estilo constructivista iniciadas en 2013 y reinterpretadas en 2022 y 2023 con el mismo título Serie “A cuatro manos”, que compone a modo de trama, en la que se van superponiendo las tablas de madera pintadas a las que incorpora, con la técnica del collage espejos, fotografías impresas en metacrilatos y objets trouvés.

Un discurso paralelo que entona la exposición es la evolución del empleo del color en la obra de Lastres. Un viaje iniciático que parte de sus esculturas en acero que el artista denomina Geometrías para el espíritu, son tres piezas que dan nombre al cuarto bloque: Lírica angulosa. Los diferentes planos plegados de las planchas de acero que realiza en 1988 crean un juego de oberturas en las que se contrapone lo opaco y traslúcido. El color de la piel oxidada de estas esculturas contrasta con los toques de luz pintados en azul en algunos de sus prismas. Un empleo contenido de la expresión y del color que, sin embargo, caracteriza al resto de las piezas de la exposición.

Así el empleo del color culmina con el Bodegón, en el que es tan primordial la forma como el cromatismo con el que lo dota. Esta pieza-instalación, ejemplifica la lucha entre el Lastres arquitecto y el Lastres escultor. Un aparente desorden calculado en el que el propio artista juega a disponer los elementos geométricos sobre la superficie de tal manera que se alejen de la idea de las edificaciones de una ciudad. A diferencia de Miquel Navarro, al que puede recordar, excepto por el acabado cromático de Lastres, lo distribuye sobre una mesa que hace de pedestal y esta a su vez se rodea de metacrilato, potenciando lo atemporal y metafísico de esta Naturaleza muerta que da título a esta sección y que la vemos reducida a pura geometría.

En el último bloque, todo vuelve al orden y al estilo minimal, tras la explosión de expresividad y de color. Tres cabezas realizadas para la muestra nos despiden en un retorno al origen. Esa obsesión por la figura vuelve a estas planchas de metacrilato negro brillante en las que el artista ha dibujado a ordenador líneas que luego se han cortado a láser para generar el hueco que deja pasar la luz y dar forma a estos retratos sintéticos creados para la exposición que parecen materializar Haikus de retratos, titulado así este bloque como guiño a otra de las artes que practica Lastres, la poesía.

La exposición es un espejo que nos devuelve el reflejo del artista y de la persona de Eduardo Lastres. Hombre de espíritu inquieto, cultivador y gran conocedor de la historia del arte, lo que se aprecia en su obra cargada de referencias de las que parte y reformula en busca de su propio estilo, en el que subyace el relato de la resurrección de los grandes maestros en el que nos encontramos con Picasso, Léger, Matisse, entre otros.

Si algo ha calado en la personalidad de Lastres, además de las referencias artísticas, son las relaciones con personalidades destacadas del arte y la cultura a lo largo de su vida y que el propio artista considera fundamentales como Sixto Marco, Arcadio Blasco, Enrique Cerdán Tato, Segundo García, José Mª Soler, a quien considera su padre espiritual o Eusebio Sempere, amigo del que aprende mucho sobre cómo valorar el arte, por citar algunos ejemplos.

Paralelamente a su carrera artística a Lastres se le reconoce su aportación como profesor y como estimulador de la vida cultural de Alicante por sus publicaciones en prensa, así como por fundar espacios para la gestión cultural como la galería Mácula 1989-1992 o el grupo Propuesta junto a Molinero Ayala.

Eduardo Lastres ha participado en multitud de muestras individuales y colectivas por prácticamente por toda España. Destacan sus muestras en Italia y los premios otorgados en concursos nacionales por los que su obra forma parte de colecciones públicas y privadas.

Algo destacable es que, el tejido urbano de la ciudad de Alicante se enriquece con sus piezas a gran escala, con las que sueña a lo grande, como la de la Plaza de la Pipa (1974) y La paloma (1979) situada en la Plaza de Pío XII, hasta culminar con la colosal Puerta del milenio (2000) en la Plaza Agatángelo Soler, entre otras en espacios públicos de Badajoz, Cuenca, Elche, Ciudad Real o Murcia y en entidades privadas.

La exposición aún depara una última sorpresa. A finales de enero y hasta la clausura de la muestra, el 31 de marzo de 2024, se podrá ver a Eduardo Lastres en un espacio contiguo, sumergido en un work in progress en el que podremos experimentar junto a él la inmersión en el proceso creativo y como esta le lleva a ir transformando cada pieza hasta que responde a sus expectativas y sabe que está terminada.

 

 

 

 

 

 

 

Fechas:
De 17 de Noviembre de 2023 hasta 21 de Abril de 2024
Dónde se realiza:
Paseo
Paseo Almirante Julio Guillén Tato
Alicante
Temática: 
Arte
Formato: 
Exposiciones
Público: 
Todos los públicos